Sus playas de arena blanca y agua turquesa son perfectas para disfrutar de un baño por la mañana, temprano, aprovechando que la ciudad parece ser fantasma. Puedes aprovechar también a moverte a las Cuevas del Hércules, antiguas canteras dónde podrás vestirte con el traje típico bereber, comprar artesanías y disfrutar de las vistas al mar por un enorme agujero con la forma de la cabeza de Hércules según la leyenda, pero que según los locales su forma corresponde originalmente al mapa de África.
Junto a las cuevas encontrarás la Casa del Hércules, un reclamo turístico aprovechando la multitud de turistas que visitan las cuevas en los momentos más frescos del día. Nosotros, yendo por la mañana, no encontramos a casi nadie. En ésta "casa" podrás visitar una cascada natural que conecta con la cueva y jugar con monos y aves, a parte de la mucha artesanía que también se vende en ella.
En la plaza podrás disfrutar de un pequeño paseo en camello para terminar tomando un delicioso té moruno (té verde con mucho azúcar y menta) en las terraza del único bar de la zona, en la misma playa de piedra, dónde deberás de tener cuidado por que el azúcar atrae a las avispas...
Es en la medina también dónde se concentran la mayoría de restaurantes con influencia francesa, recordemos que Marruecos ha pasado por manos inglesas, españolas y francesas, siendo éstas últimas las que más marca dejaron. Las crêperies de la zona no tienen pérdida. Pero si quieres disfrutar de una comida más tradicional visita algún restaurante de chawarma, bocadillos y rulos de pita rellenos de pollo especiado. O acércate al puerto dónde disfrutar de una carta con infinidad de pescados y marisco. Es imposible resisitirse a la tradición pesquera de Tánger, prueba el tajin de pescado.
Pero, siendo algo repititivo, lo mejor son sus playas, coge un día con el cielo totalmente despejado para ir, al fondo podrás ver la sombra de nuestra penínsúla, y, con un poco de suerte, los ferrys llegando a ella.