Si Nara es conocida por algo, es por el ciervo sika, símbolo de la ciudad. Durante siglos, este animal que puedes encontrar campando a sus anchas por la ciudad y, en especial, en el parque natural de Nara, ha aprendido a convivir con el humano, dejándose acariciar y fotografiar a cambio de unas pocas galletas senbei que puedes adquirir a los vendedores ambulantes que rondan el parque en el que se encuentran los principales templos de la ciudad. El ciervo ha sido considerado como un animal divino o sagrado en Nara, y matar a uno de estos animales estuvo penado con la muerte hasta 1637. Según la leyenda, uno de los cuatro dioses del templo de Kasuga fue llamado desde Kashima, en Ibaraki, para visitar el santuario. Cuando éste llegó al monte Mikasa, hoy en día Wakakusa, descendió de éste a Nara a lomos de un ciervo blanco. Aunque hoy en día no son legalmente considerados divinos. Siguen siendo un animal protegido, y se encuentra recogido como tesoro natural de Japón. Entre ciervos y arbolada, en el centro del parque natural de Nara, nos encontraremos con el templo Todai-Ji, dedicado al Buda Vairocana, cuya figura, de 16 metros de altura y completamente cromada en oro, es una de las más grandes de Japón.
Aun habiendo sido reconstruido 2 veces tras varios incendios que lo destruyeron por completo, y aun siendo un 33% menor de su volumen original, Todai-Ji presume de ser la estructura de madera más grande del mundo. Una de las particularidades de su estructura se encuentra en el interior, en una de las columnas en la que podremos observar una cabidad por la que, si logras pasar, prometen bendecirte con el don de la lucidez en tu próxima vida.
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