Como el 8 de julio era mi cumpleaños decidieron dejarme elegir a dónde iríamos esa tarde. Inocente de mí, pese a la amenaza de mosquitos que sin casi empezar la aventura ya nos tenían acribillados, decidí visitar los jardines del palacio imperial. Con la excusa de que una de nuestras compañeras quería comprar un disco de vinilo para su novio, consiguieron llevarme desde los jardines hasta Ginza, un barrio para todo aquel adicto al lujo y las compras. Entramos a un edificio y es en la segunda o tercera planta dónde se encontraba el restaurante. El maitre, disfrazado de sombrerero loco, nos pregunta educadamente en un perfecto inglés "Have you a reserve?". Fue ahí cuando empecé a sospechar de que se trataba de un restaurante, aunque siendo un barrio para la alta clase me hicieron creer que se trataba también de una tienda de discos exclusiva. No fue hasta que llegamos a la mesa cuando mis sospechas se confirmaron. El local estaba decorado al estilo del libro de Lewis Carroll e inspirado en las dos películas de Disney. El suelo y el techo se trataban de cartas de corazones gigantes mientras que las paredes eran espejos de todas las formas y tamaños. Las mesas eran tazas de té, carretes de hilo y demás objetos de cultura inglesa de gran tamaño mientras que el menú estaba ilustrado en una habitación en miniatura. Antes de dar entrada a la carta, tendremos que encoger para poder leerla, y es por eso que una de las divertidas y amabales camareras, vestida de Alicia, nos ofrece unos aperitivos menguantes. Unas rebanadas de Shokupan o pan de molde japonés para untar con mermelada, pesto o crema de queso. Cheesire a la bolognesa, solomillo de cerdo braseado con gnocchi de patata, y tortilla francesa rellena de arroz, verduritas y carne son unos de los varios platos que podrás encontrar en su carta. Disfrutamos como niños comiendo estas delicias. No probé ni la tortilla ni el solomillo, pues yo pedí la pasta, y al igual que comenté en el anterior post puedo asegurar que los japoneses tienen una mano impresionante para la pasta, es difícil encontrar un plato de ésta al dente, pero en Japón no nos ocurrió ni una sola vez que quedase pasada o demasiado dura. Terminamos la velada con el Happy Birthday, un Cheesire de cacao y nata con la frase "Omedetou Duro-san" (felizidades señor Duro, mi segundo apellido) escrita en dulce de fresa, y un vaso de agua con hielos en los coj.... En mis partes pudendas. La camarera fue a ofrecernos amablemente un vaso de agua con unos saquitos de té que nos harían volver a nuestro tamaño normal para salir del restaurante, sin querer tropezó con el escalón yendo a parar uno de los vasos en mi entrepierna. Después de pedirme 100 veces perdón (se iba a dañar la espalda con tanta reverencia la pobre...) no pudimos hacer otra cosa que pedirla una foto juntos y hacerla saber que no nos había importado, pues en Japón un error así puede suponer el despido.
Una velada, divertida, deliciosa y fresquita, al final resultó un alivio y todo por el horripilante calor Tokiota. No pudimos evitar coger muchísimo cariño a nuestra camarera y aún nos preguntamos que habrá pasado con ella. ¿Seguirá trabajando en el restaurante de Alicia en el País de las Maravillas?
1 Comentario
Carlos
11/21/2016 01:16:14
Me gystaria ver mas imagenes del restaurante
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