"Vamos con la barca a casi 1 kilómetro de la costa y, con tan solo estos neoprenos y unas gafas de buceo, nos sumergimos a 10 metros de profundidad durante 1 minuto, una media de 30 veces a la hora. Después volvemos a las cabañas para descansar, y otra vez nos hacemos a la mar" me confiesa una de las Ama, con más de 65 años de edad, mientras asa al fuego las vieiras que a penas unas horas antes acababa de recolectar a mano. "Mi hija vive en Irlanda, ella no quiere dedicarse a ésto. Mi madre era buceadora, mi abuela también, pero probablemente nosotras seamos la última generación" se lamenta. Vivir la tradiciónEl 'Ama Hut Satoumian' es una grupo ama-goya o cabañas para buceadoras reconvertidas en restaurante. Está situado en la ciudad de Shima, a menos de dos pasos del mar. En él, de una forma completamente innnovadora, se busca mantener viva esta tradición que se hoy en día se ve en riesgo de desaparecer por falta de relevo generacional. En Satoumian, las propias buceadoras Ama cocinan para los grupos de comensales y turistas el marisco que momentos antes han recolectado con sus propias manos. También cuenta con un réplica de una de las chozas de descanso tradicionales, a modo de museo, y da la oportunidad al curioso de sentirse una buceadora por unos instantes al probarse el traje con el que ataviadas se hacen al mar estas luchadoras. Los últimos coletazosHoy en día quedan poco más de 2.000 buceadoras, 8.000 menos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando esta práctica vivía su mayor apogeo. El número de amas en activo de la región de Ise Shima sigue siendo la más abundante de Japón, pese a que su actividad se haya visto reducida a una décima parte en los últimos 70 años. En el área, especialmente en la ciudad de Shima, el número de amas disminuyó drásticamente de 3.000 a 230 durante este período de tiempo.
La media de edad de esta comunidad ronda los 65 años, Las buceadoras más ancianas superan los 80 años, resistiéndose así al final del medio de subsistencia que practicaron años atrás sus madres y abuelas. Las nuevas generaciones no tienen interés en un negocio que, en uno de los peores días, puede dejar 20,00 € de recompensa tras haber arriesgado tu vida en la recolección de un marisco cada vez más escaso en la zona por culpa de la actividad humana industrial, limitada ahora por las nuevas leyes de protección de la bahía y su biodiversidad.
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